Llevábamos un largo rato bebiendo cerveza, nos habíamos juntado en la casa del Guero Olea, para hacer lo mismo que todos los fines de semana, ponernos hasta la madre con un barril de cerveza que el papá del Guero nos traía de su expendio de vinos y licores. ¿Qué otra cosa podíamos hacer?, vivimos en un pueblo de menos de trescientos mil habitantes, en el que o te pones pedo, o sacas un video, o vas a dar el rol con tu novia y sus amigos. Nosotros teníamos novias y teniamos otros amigos, y aquella noche podíamos haber salido a perder el tiempo dando una vuelta por las avenidas de la ciudad, pero la verdad todo nos aburría: las novias, la prepa y cualquier otra cosa de ese pueblo sin chiste. La escena no podía ser más predecible, el Guero Olea, el Rodrigo Valenzuela y yo, los mejores amigos desde primer año de secundaria, formábamos un círculo en las sillas del patio trasero de la casa. Decidí entrar a la casa por algo de comer para ver si se me bajaba la borrachera que ya comenzaba a resultar demasiado pesada, entré a la cocina tambaleándome, contento de que los papás del Guero hubieran decidido irse de fin de semana a su casa de campo y que los míos me hubieran permitido quedarme a dormir con mis amigos. El Guero entró detrás de mí, aparentemente más pedo que yo, - el calor del patio me tiene hasta la madre, Samuel - , me dijo mientras se quitaba la camisa sudada, quedando en unos pequeños shortsitos deportivos de color azul marino con rayas amarillas, el habitual uniforme de sus pedas, del cuál todos nos burlábamos pues le quedaba como tres tallas chico. El Rodrigo lo siguió al poco tiempo, y no recuerdo de qué estabamos hablando, pero nos reíamos mucho, los tres nos habíamos quitado las camisetas por el calor agobiante que ya nos tenía hartos, quedándonos unos quince minutos más en la cocina, comiendo lo que encontráramos. Decidimos irnos a dormir al cuarto del Guero, alternativa cómoda ya que tenía aire acondicionado. Entramos a la habitación zigzageando, y en un dos por tres nos encontrábamos en ropa interior, platicando tumbados en las camas; Rodrigo y yo en la del Guero, y él en un sofa cama que tenía preparado para esos casos. Nos quedamos como media hora hablando de nada en específico, y mientras la plática iba tornándose cada vez más lenta, sin querer me fuí perdiendo al estudiar los cuerpos semidesnudos del Guero y el Rodrigo; el Guero, de diescisiete años, era fornido, con bastante vello en el pecho y las piernas, mucho más desarrollado que nosotros, su cuerpo mostraba miembros grandes formados por el ejercicio, ya que llevaba haciendo pesas desde dos años antes; su pelo era castaño claro, con ojos negros y una expresión bastante masculina, sobretodo cuando reía. Rodrigo a sus diesciseis era un poco bajito, pero no menos atractivo que el Guero; jugador de beisbol desde la secundaria, mostraba en la posición en que se encontraba, un par de nalgas abundantes y bien torneadas sólo cubiertas por unas apretadas trusas, su pelo y sus ojos negros contrastaban con el tono moreno claro de su piel en una forma muy agradable. Yo no me quedaba atrás junto a mis compañeros, a mis quince había desarrollado bastante bien mis músculos en los partidos de basket de la escuela, mi estatura era media para nuestra edad, tenía algo de vello en el pecho y la tez morena, era nalgón desde chico y con ojos cafés que según las chavas de la prepa eran muy atractivos. Pude comprobar que los tres nos veíamos de reojo mientras hablabamos, estudiando los cuerpos de cada uno, como midiéndonos para ver quien estaba más desarrollado para nuestra edad. El Guero, con una espalda grande y músculos bien definidos, tenía ya cuerpo de adulto. Yo estaba muy cerca del Rodrigo, y comencé a notar que mi erección crecía mientras veía con atención sus nalgas; nuestros cuerpos se rozaban, cada vez más cerca conforme la plática proseguía, el Guero tenía una expresión socarrona que hacía su sonrisa aún más varonil, Rodrigo reía con los chistes del Guero, y yo apenas y me concentraba en otra cosa que no fuera en las nalgas del Rodrigo, olvidando que mi erección parecía tener un plan propio, haciéndose cada vez más evidente en mi ropa interior deportiva. El Guero hizo un observación que me sacó de base - ¡aguas con el Samuel, Rodrigo, que parece que te va a dar una cogida en cuanto te descuides, mira nomás la vergota que se le puso nomás de estarte viendo las nalgas! -. Tras esa frase, yo no sabía dónde esconderme, el Rodrigo había volteado, y los tres estabamos ahora pendientes de mi verga, que cada vez se endurecía más, como si el haber sido descubierto me excitara aún más. Sorpresivamente, el Rodrigo me agarró la verga y los huevos con la mano y dijo con la misma sonrisa que antes había visto en el Guero -mira nomás, Samuel, ¡qué crecidito estás, cabrón!, ¿te gustan mis nalgas, o qué?, ¿traes ganas de darme una cogida?-. Yo me puse tan caliente que apenas y podía respirar, no sabía qué reacción iban a venir después, si lo tomarían todo a broma o me pedirían que me fuera. El silencio duró un rato que me pareció interminable. Rodrigo no había quitado las manos de mi verga, que estaba más grande que nunca antes, y me quedé aún más duro al ver que comenzaba a acariciarla con un dedo, lenta y suavemente, mientras el Guero nos miraba sonriente, - ¡ay, cabrones, que se me hace que los dos quieren darse una cogida!- dijo socarronamente, mientras el Rodrigo iba metiendo mi mano bajo mis trusas, acariciando con fuerza mi verga parada. Yo casi instintivamente acaricié su espalda, mientras me quedaba más mareado aún que por el alcohol al tocar finalmente esos músculos, con los que tanto había fantaseado cuando me hacía una puñeta después de ir juntos a correr a la laguna o a hacer pesas en el gimnasio. Rodrigo me bajó las trusas y metió mi verga en su boca, succionando lentamente al inicio, e incrementando el ritmo conforme yo gemía de gusto, - ¡Ay, cabrón, qué rico! - dije vuelto loco mientras el Rodriguito me la mamaba con una experiencia que me sorprendía y a la vez encantaba. El Guero no hacía nada más que mirarnos, su verga nos hacía saber lo caliente que la escena le había puesto, sacando la punta por la parte superior de la trusa. Yo no aguanté más y me volteé para poder retribuirle al Rodrigo lo que tan bien me estaba haciendo. - ¡Mira nomás que bueno para mamarla, cabrón, qué riiico, sigue, Samuelito, sigue y chúpala con ganas, cabrón!- me dijo gozando lo que le hacía con mi boca, a continuación le chupé los huevos, mientras lo masturbaba con una mano y le acariciaba las nalgas con la otra. El Guero no aguantó más y se levantó de la cama, removiendo su trusa rápidamente, mostrándonos una verga gruesa y larga, que puso frente a Rodrigo, el cual le daba una mamada fenomenal a la mía; yo me levanté al notarlo y quedé junto al Guero, parados con las vergas en la cara del Rodrigo, que las lamía y masturbaba con gusto, yo me besaba con el Guero, encantado de finalmente ver como esa sonrisita de macho cabrón me iba dando besos lentos, jugando con mi lengua; lo acariciaba frenéticamente, hipnotizado ante el espectáculo de los tres acariciándonos y mamándonosla, que se reflejaba en el espejo de la cómoda frente a nosotros, volviendo la escena el doble de excitante. El Guero le acariciaba ahora la cabeza al Rodrigo, tocándome las nalgas, - anda, cabróncito, dame otra mamada, anda chiquito, mámala así como te gusta, Rodriguito -, Yo le paseaba la verga por la cara, sintiendo el tacto de su barba recién crecida, sensación que me ponía más cachondo aún, sobretodo al darme cuenta de que estaba haciendo esto con dos de los cabrones más atractivos de la preparatoria, ¡cuántas veces había fantaseado desde la secundaria con este momento!. Me puse de rodillas y compartí la tarea de Rodrigo, mamando a dos el pene grande y grueso del Guero, que estaba encantado al vernos compartiéndolo; yo alternaba ésto agarrándole las nalgas al Rodrigo, que la chupaba tan bien que parecía haberlo hecho toda la vida. Caliente como caldera, me puse detrás del Rodrigo, agarrando sus nalgas, acariciándolas y besándolas como siempre lo había querido hacer; sin pensarlo mucho procedí a meterle la verga de un golpe, a lo que el Rodrigo respondió con un gemido que pronto se convirtió en súplicas para que continuara cogiéndomelo así, metiendo y sacando mi verga de su culo mientras le acariciaba esas nalgas que me tenían extremadamente excitado - ¡Métemela más, anda, Samuel, cógeme, cabrón, cógeme duro!. El Rodrigo siguió mamándosela al Guero, quien me miraba y sonreía, diciéndome que tenía años tratando de que se diera ése momento... en ese momento me vine, gritando sus nombres mientras soltaba mi esperma caliente en el culo del Rodrigo - ¡Rodriguito, Guerito, ahhh, sí, cabrones, qué rico se siente!. El Guero sacó la verga de la boca del Rodrigo y se masturbó en su cara, llenándola de semen blanco y espeso, mientras emitía unos gruñiditos que me parecieron extremadamente masculinos, incrementando la sensación de placer al terminar de venirme dentro del Rodrigo. El Rodrigo se limpió con la camiseta que había quedado sobre la cama y nos pidió que le ayudáramos a venirse, El Guero nos lanzó otra de sus sonrisas y comenzó a masturbarlo, mientras yo me agachaba a lamerle el área entre los huevos y el culo, lo cual hizo que el Rodrigo se moviera y gimiera como loco. - ¡Así, cabrones, sigan, sigan que me voy a venir de lo más rico, ay, cabrones, me gusta, ay, sí, me vengo, me vengo, miren, me vengo!- dijo mientras lanzaba un chorro sobre el pecho del Guero, que sonriente lo miraba a los ojos, siempre con esa sonrisa encantadora. Los tres nos quedamos desnudos sobre la misma cama durante el resto de la noche, acariciándonos y besándonos, encantados de habernos descubierto de esa manera, la cual se llevaría para siempre aquellas aburridas noches de fin de semana, reemplazándolas por otras mucho, mucho más placenteras. Due to international translation technology this story may contain spelling or grammatical errors. To the best of our knowledge it meets our guidelines. If there are any concerns please e-mail us at: CustomerService@MenontheNet
Llevábamos un largo rato bebiendo cerveza, nos habíamos juntado en la casa del Guero Olea, para hacer lo mismo que todos los fines de semana, ponernos hasta la madre con un barril de cerveza que el papá del Guero nos traía de su expendio de vinos y licores. ¿Qué otra cosa podíamos hacer?, vivimos en un pueblo de menos de trescientos mil habitantes, en el que o te pones
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